El Día del Retorno

Mis queridos Fieles:
Hoy como cada Domingo llegué temprano al Templo, me recibió el parqueo totalmente vacío, cada espacio parecía mirarme con ansiedad, pidiéndome que lo ocupara. Entré en el Templo, y me pareció más grande que otras veces, las imágenes de los Santos desde sus diferentes lugares parecían decirme aquí estamos esperando, el silencio era abrumador; los bancos parecían anhelar el calor humano; las emociones me desbordaron, y rápidamente encontraron el camino de las lágrimas como desahogo necesario frente a tal realidad.
Con los ojos nublados llegué a la capilla del Santísimo, arrodillado, fijé la mirada borrosa en el Sagrario, y la fe y la esperanza que nacen del Dios de la vida vinieron a rescatarme de la tristeza y la nostalgia, haciéndome fijar la mirada en el día del Retorno.
El día en que la gloria de Dios se manifestará con su mano sanadora de Poder, de Amor y Misericordia, y de nuevo nuestros parqueos se llenen y haga falta espacio, en que nuestro Templo se llene de presencia, de saludos sin temor, donde los abrazos sin miedo serán más fuertes y los besos más dulces, donde las palabras no basten y den lugar a las emociones, en que la celebración de la Eucaristía será más que nunca un canto de victoria y acciones de gracias para aquel que siempre es fiel y nos salva, nuestras voces serán más fuertes al cantar y rezar, y con anhelo y emoción nos acercaremos a recibir la Sagrada Comunión como si fuera la primera vez.
El día del Retorno, de paz y alegría, de lecciones aprendidas, de valorar lo que realmente vale, poniendo el acento en las personas más que en las cosas, dejando que sobre todo nuestro horizonte sea Dios; y nuestros mejores recursos sean Amor, Paz, Fraternidad, Unidad, Misericordia, Perdón, Humildad y Generosidad, para seguir construyendo un mundo mejor.
Salí del Templo reconfortado, el Señor secó mis lágrimas llenándome con la esperanza y la alegría del Retorno.
Estos días son duros para todos, por eso quiero desearles que la fuerza del Espíritu Santo sane a los enfermos, nos proteja y nos sostenga hasta el día del Retorno y siempre.
Ayudémonos mutuamente con amor, paciencia y misericordia, y cuidemos especialmente a los más débiles y necesitados.
Paciencia, todo pasa, sólo Dios queda, quedémonos con Él.
Con mi cariño y bendición, les quiero y extraño mucho.
Paz eterna a los Difuntos.
Padre José Arismendy