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San Cosme y Damián, mártires


La atención a los enfermos fue el estímulo central de su vida que se desarrolla en el tercer siglo, en tiempos de las persecuciones contra los cristianos. Curan a los enfermos sin hacerse pagar y, por esto, son apodados “anàrgiri”, palabra griega que significa “sin plata”. Su fama de hombres valerosos, de insignes benefactores, se difundió rápidamente en toda la región. La actividad de estos Santos no se redujo sólo a curar el cuerpo. En el ejercicio de su profesión tendían también al bien de las almas con el ejemplo y con la palabra. Logran convertir al cristianismo a muchos paganos. Es célebre el episodio de la curación de una mujer hemorroísa, llamada Palladia, quien por gratitud ofrece tres huevos a estos hermanos. Después de su claro rechazo, implora a Damián que acepte ese pequeño don en nombre de Cristo. Damián, para no ofender a la mujer, acepta los huevos. Pero esto provoca la ira de Cosme que pide públicamente, después de su muerte, no ser sepultado junto a su hermano.


El martirio


Su suplicio lo relata la Leyenda dorada, según la cual los dos hermanos primero son echados al fuego, del que salen ilesos. Después son condenados a la lapidación, pero las piedras vuelven hacia atrás. Sucesivamente, las flechas lanzadas por los arqueros hieren a los verdugos. En fin, son decapitados.

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